jueves, 24 de febrero de 2011

Pequeño Mío.


No des importancia si se ríen de lo que a ti te gusta y cuyo seno ellos jamás llegarán a acariciar.
No ocultes tu mirada cuando el maquillaje del cambio pinte tus labios.
No sufras si te señalan con el dedo y buscan recalcar eso que ellos llaman “defectos”.
No estés triste si tus amigos con el devenir del tiempo se marchitan en ignorantes flores.
No mires a los ojos a aquellos que no entienden la naturaleza de tus regalos.
No creas las soluciones del mundo que predican aquellos que se emborrachan en colores primarios.
No escuches cuando quieran dictarte tus capacidades.
No permitas que empapen de lógica tus sueños más alocados.
No bajes la cabeza cuando la muchedumbre de los perfectos humanos te tilde de raro.
No te asustes cuando la soledad pinte tu retrato con difusas acuarelas.
No llores cuando aquellos que rompan sus promesas en el vértice de la decencia quieran pasarte la cuenta.
Tenles paciencia.
Tenles compasión.
Demuestra clemencia.
Déjalos vivir por la línea que todo promete y nada otorga, ese lugar que amplía nuestros comedores y reduce nuestras alcobas.
No hay mejor arma que el silencio para combatir las mentes de los pobres necios que creyeron entender los caprichos de la vida bajo una cobija tejida con preciosas mentiras.
Levanta el mentón, muestra los dientes, camina derecho, se desobediente.
Pero por sobretodo pequeño mío, en este mundo de ángeles sin nombres, nunca sientas vergüenza de tus goces, cuídate, y jamás permitas que esos dedos y esas viles sonrisas opaquen a tus dioses.
Mañana seremos más lindos que hoy.
Tranquilo… no llores.

domingo, 13 de febrero de 2011

Fashion Emergency.


Los quince minutos de fama que prometió Andrés se han perdido en unos descuentos interminables.
Una agrupación de pelotudos que repiten de memoria a niñas impresionables frases echas robadas de verdaderas mentes brillantes. Una manada de groupies corriendo atrás de una camiseta. Juran proezas, narices llenas y hablan del amor y del arte.
Rebeldes cibernéticos reclutando odaliscas para su harem que tanto saben de baile como un mimo de retórica. En constante pose buscando ser distintos del que va adelante. Al fin de cuenta son más parecidos que subversivos.
Tanto se preocupan que al final conforman una tribu de macacos a cuerda que morirán en el olvido.
¡Ay, pobrecitos genios incomprendidos!
No los entendemos porque poco creemos sus versos cuando superamos la pubertad. Nuestra capacidad de estupefacción se desvanece y volvemos a la matriz a buscar confort en lo más casual. Un libro, otra pitada, una canción, aquella película o una tarde para caminar.
Nunca comprenderán la hermosura de la sangre derramada sobre un lavamanos blanco, o el goce de una vida en tres acordes. Prefieren ser raros y burlarse de lo mundano.
¿Pero que podremos saber nosotros, pobres diablos, sobre estas nuevas celebridades?
Pendejas conventilleras que juran que todos somos hijos de la madre Tierra y rompen botellas contra las paredes porque la locura esta de oferta.
Recitan mantras cuando suena una balada, para así aislarse y jactarse de incomprendidas ante tales payasadas de las almas menos interesadas. Sin embargo su concentración mengua preocupadas porque sus bombachas tienen unas manchas de caca.
Me pregunto quien acumulará más flores en la tumba.

lunes, 7 de febrero de 2011

Space Butterfly.


Space Butterfly
Where will you sleep tonight?
I’m so far away from home
And there’s no one in sight
Space Butterfly
Have you seen The Spiders from Mars?
It’s so dark inside this hole
And silence strokes the sky
Space Butterfly
Would you take me for a ride?
Space Butterfly
Would you give me back my pride?
Space Butterfly
Would you let me touch you wings?
Space Butterfly
Would you lend me a softer kiss?
Oh! Space Butterfly!
Don’t you fly away tonight!

Masoquista e impertinente.


En años mozos, adolescencia descarrilada de noches esotéricas y frases mal pronunciadas me encontré cara a cara con la primera madama, la señorita azul de inquieta mirada.

Escapaba a todos los consejos. Huía de las personas de caras acordonadas, cabezas bajas que parecían no soñar con nada y mis gestos sinvergüenzas evitaban enfrentar los espejos.

Destruye lo lindo y elocuente de aquellos versos del pensamiento bohemio y evoca la locura de lo nuevo, la quietud de la belleza en los restos del fuego.

¿Realmente quiero hacer esto?

Dejar que el pánico de mis caderas erice los cabellos en aquellas zonas sin viento. Desarmar mi montura y cabalgar al pelo por los pasillos donde siempre me gana el desespero. Levantar mi mano en señal de victoria para recitarles a oídos sordos las verdades de la mierda que siempre aflora. El mejor soldado que muere en estados de locura por querer abarcar todo el ancho de la cordura. Pensar cinco veces al día en porqué pienso. Regalar la invaluable seguridad de la modernidad a cambio de orgullosos desvanecimientos.

¿Realmente quiero todo esto?

Estúpida sobredosis de humanidad de quien quiere siempre saber un poquito más.

Inútil clamoreo corporal al que siempre cedo.

Fumar a oscuras y no hablar, acostarme temprano en la noche ardorosa que me desvela sin piedad.

Sucede que aún no he podido ordenar la infraestructura de mi mente ansiosa.